Una segunda oportunidad

Octavio Campos Ortiz

Sin duda, el gran perdedor en las elecciones de 2018 fue el PRI, quien tuvo efímero regreso a Los Pinos, luego de más de siete décadas de gobernar a este país y una alternancia con la derecha por doce años. El triunfalismo del partido aplanadora se esfumó en un sexenio y no solo perdieron la silla presidencial, sino el Congreso, varias gubernaturas, muchas presidencias municipales, legislaturas locales y casi los borraron en la CDMX. Pasó a ser la tercera fuerza política y en algunos estados ocupó la cuarta posición.

En tres años nadie daba un peso por el partido tricolor, incluso se habló de su posible extinción. Hay que recordar que el instituto que creó Plutarco Elías Calles, el que institucionalizó la Revolución Mexicana ha sido génesis de su propia némesis. Del PRI salieron los dirigentes de la Corriente Democrática, la cual dio origen al PRD; del Revolucionario Institucional surgieron los cuadros de Morena, incluido el inquilino de Palacio Nacional, quien fue presidente estatal del tricolor en Tabasco; la ola roja tenía militancia para dar y prestar. Los más conspicuos líderes de la 4T tienen un pasado priista y neoliberal. La sangría que sufrió el PRI desde l987 debilitó tanto al partido e impulsó a su propia oposición, que en el 2000 tuvo que entregar el poder. Tras dos sexenios panistas, regresó a Los Pinos, solo para pasar las riendas del país a la 4T. Al día siguiente de la derrota electoral, el propio presidente Enrique Peña Nieto le entregó la conducción de la administración pública a López Obrador.

Como decían, el PRI estaba moralmente derrotado. Una gris dirigencia comenzó a dar tumbos e incluso coqueteó en el nuevo partido en el poder. Continuó la salida de líderes y militantes que migraron a Morena. Previo a los comicios del 2021, los gobernadores priistas entregaron la plaza, ni las manos metieron por sus propios candidatos. Se hablaba de un PRIMOR, ante la evidente extinción del tricolor y su sometimiento al movimiento de la 4T. Una providencial alianza opositora dio un respiro al partido que aportó 14 presidentes de la República desde 1929. Ello le permitió contar ahora con 70 diputados, recuperar en coalición con PAN y PRD gubernaturas, presidenciales municipales, mayorías en los Congresos estatales y, la joya de la corona, gobernar en más de la mitad de las alcaldías de la XDMX.

Las elecciones intermedias marcaron un parteaguas en la conformación del mapa político de México. El PRI desahuciado resurgió como Ave Fénix, de sus cenizas, y en el Congreso demostró la oposición que no está muerta moralmente. Regresaron los legisladores a ser verdadero contrapeso del Poder Ejecutivo. El rechazo a la iniciativa presidencial de reforma eléctrica fue un duro revés para el proyecto político de la 4T. Si continúa unido el bloque opositor, podrán frenar los embates del presidente contra el INE, al que quiere desaparecer, y no permitirán que se militarice más la seguridad pública, al pretender pasar la Guardia Nacional al Ejército. Tienen mucho trabajo por delante, esperemos que ambiciones personales o de partido no fracturen el último baluarte contra la 4T.

Vienen nuevas elecciones estatales y lamentablemente la postura entreguista de los actuales gobernadores priistas vaticina el triunfo de Morena en varias entidades; por ello es importante que rumbo al 2024, se mantenga la alianza opositora. El hartazgo social que ha provocado la ineficacia cuatro teísta, el fracaso de las políticas públicas, la ausencia de un verdadero plan sexenal representan una segunda oportunidad ciudadana para el PRI de regresar, coaligado con otros partidos, al poder.

Esperemos que hayan aprendido la lección. Abandonar las prácticas corruptas, la soberbia y el interés personal es fundamental para dar una nueva cara al electorado y presentar un programa de gobierno que revierta los yerros de esta administración. No deben caer en el juego de las descalificaciones, sino en señalar los errores gubernamentales que han provocado la crisis económica, la inflación, el desempleo y la falta de crecimiento. Ese es el talón de Aquiles de la 4T.