Una alberca muy conflictiva

Octavio Campos Ortiz

Ante las críticas y molestias de los norteamericanos porque México se había convertido en el paso obligado de las drogas que venían del sur del continente para satisfacer el mercado al norte del Río Bravo, el presidente Diaz Ordaz acuñó la frase de que, si nuestro país era el trampolín de los narcóticos, Estados Unidos era la albarca por el gran consumo que hacían los gringos.

 Para nuestra desgracia, la situación cambió para peor.  No solo siguen los gringos como el mayor mercado de drogas, sino que aquí pasamos de un país de tránsito a uno de consumo. Ya no solo servimos de trampolín de las drogas que vienen de Sudamérica, especialmente de Colombia, ni exclusivamente exportamos la amapola y la marihuana; es más, la producción del cannabis y su venta legal en la Unión Americana ha hecho que la producción mexicana sea ahora para consumo nacional. Por otra parte, los cárteles colombianos pagan a sus socios con parte del producto, el cual se distribuye aquí en casa. Por supuesto que las adicciones han crecido exponencialmente en nuestro territorio.

Sin embargo, todavía se introduce desde aquí la cocaina y el fentanilo para la producción de drogas sintéticas. Además, frente al combate que hace el gobierno colombiano de sus narcotraficantes, los cárteles mexicanos han crecido y operan desde la misma Colombia. Por ello, la preocupación de las autoridades americanas que buscan frenar no solo el consumo de las drogas tradicionales, sino de las sintéticas que son más adictivas y letales, lo que ha provocado la muerte, por sobre dosis, de al menos cien mil norteamericanos en lo que va del año.

De la crisis de las adicciones se ha responsabilizado a México, por ello la Casa Blanca presiona al gobierno mexicano para que ataque con más vehemencia al crimen organizado. Ofrece cinco millones de pesos por la captura de los hijos del Chapo Guzmán y también paga recompensas millonarias por capos como Rafel Caro Quintero y el Mayo Zambada.

Recordemos que también pende como espada de Damocles el memorando firmado por Biden de que, ante las agresiones a funcionarios americanos en otras nacionales, se arrogan del derecho de intervenir directamente ellos para atrapar a los delincuentes y procesarlos en su territorio. Asimismo, está la amenaza de declarar a los narcotraficantes mexicanos como terroristas y por motivos de seguridad nacional, los gabachos pueden incursionar en nuestro país.

Pero ¿qué hacen los gringos dentro de sus fronteras? Nada, nunca se ha sabido de la detención de grandes capos americanos, se desconoce quiénes son sus barones de la droga, o qué mafias controlan el narcotráfico en su territorio. Pareciera que nosotros somos los culpables de la producción, venta y distribución de las drogas dentro de los Estados Unidos.

No solo nos han convertido en un país de adictos, han fortalecido al crimen organizado local. Mucha de la violencia que vive el país es por la irresponsable complicidad del gobierno y los armeros y los vendedores que han inundado a México de todo tipo de armas que se introducen de manera ilegal a esta nación. Es evidente la corrupción de las agencias americanas, quienes todavía tuvieron la desfachatez de organizar el fallido operativo “Rápido y Furioso”, mediante el cual inundaron el mercado mexicano con armamento supuestamente marcado para rastrear el camino de la venta y distribución. Curiosamente fracasó el operativo y esas armas terminaron en manos de los sicarios, de los autores de las más de cien mil muertes violentas que tenemos en estos últimos tres años. Los gringos se curan en salud y prefieren responsabilizarnos de un problema casero, echándole la culpa al vecino. Que no se les olvide que son todavía la alberca más grande de drogas en el mundo, una alberca muy conflictiva.