Togados de la dignidad

La Cuarta Transformación de la Nación amarchantada no solo con el servilismo y la cortesanía, por decir lo menos, sino proclive a entregarse al mejor postor.

¡Basta ya! de las más descaradas prostituciones y corrupciones que padece la procuración de justicia, con la que se pretende enraizar la desgracia de México.

Togas de dignidad, otras de indignidad.

Por Blas A. Buendía.

El ser persona implica, entre otros atributos, la capacidad de poder relacionarse e interactuar con los demás individuos. Ello, en virtud de que la sociedad ha sido creada por el mismo hombre, quien a su vez, ha contribuido a organizarla conforme sus intereses, es decir, procurando alcanzar su felicidad. En esa tesitura de felicidad, el ser humano ha diseñado mecanismos de defensa que le permitan salvaguardar uno de sus atributos más preciados: su dignidad.

Con este preámbulo, la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México A. C., hizo un amplio reconocimiento a dos hombres probos en materia de Justicia: Don Luis Cabrera y Don Abraham Polo Uscanga.

A veces –apunta la Academia que es presidida por el prestigiado penalista Alberto Woolrich Ortiz-, los tiempos históricos se conjugan con hombres clave que llegan a representar las aspiraciones más directas y deseadas para que se provea justicia. La historia jurídica de nuestro México nos ha enseñado que tales son los casos de Luis Vicente Cabrera Lobato (mejor conocido como Don Luis Cabrera) y del dignísimo Magistrado Don Abraham Polo Uscanga, dos caballeros del Derecho y clasificados como auténticos y legítimos referentes de la Abogacía de la Nación.

En este balance, es dignificante recordar a estos próceres del Derecho. El primero de ellos (Luis Cabrera) durante la Revolución de 1910, y el segundo (Abraham Polo Uscanga) setenta años después, resultan ser los accionantes de la dignidad, ya perdida, de los Ministerios Públicos.

De Luis Cabrera se recuerda su ilustrativa obra ‘’La misión constitucional’’ que dio los cimientos para romper esquemas y programas sobre los escombros de la justicia que procuraban los órganos de acusación en toda la República. Dicho jurista formó parte fundamental para la redacción del artículo 21 de nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Artículo 21. La investigación de los delitos corresponde al Ministerio Público y a las policías, las cuales actuarán bajo la conducción y mando de aquél en el ejercicio de esta función.

El segundo, fue uno de los más nobles precursores del edificio de dignidad que albergara a los agentes del Ministerio Público, lamentablemente a raíz de su muerte (producida el 19 de junio de 1995, en su despacho de Insurgentes Sur 600), se dio inicio a la indignidad del actuar de la representación social, indignidad que aun por desgracia prevalece, no obstante las palabras de múltiples promesas de Ernestina Godoy Ramos.

Ambos juristas efectuaron vigorosas defensas a la Institución de Procuración de Justicia, ahora y en tiempos de esta Cuarta Transformación de la Nación, ya muy lacerada, misma que solo puede entenderse, no como una vana ilusión perdida, sino como cuerpo vivo que no depende de los caprichos del Ejecutivo o de la ignorancia de las autoridades, para mejorar las condiciones de procuración de justicia, sino de los propios agentes del Ministerio Público, con sus propios y naturales conocimientos que impidan la sumisión a ordenes inconducentes emitidas por aquellos que dirigen a la Representación Social.

En memoria de tan prestigiados jurisconsultos resultaría muy deseable un combate enserio a la corrupción y a la ignorancia de quienes desde elevados sitiales afirman que “procuran justicia”, cuando solo la llenan de estiércol; no se diga de la justicia que padecimos durante el neoliberalismo y la cual fue heredada a esta Cuarta Transformación de la Nación amarchantada no solo con el servilismo y la cortesanía, por decir lo menos sino proclive a entregarse al mejor postor.

Por ello, quienes pertenecemos a la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México A. C., consideramos que los tiempos se repiten -no solo en simbolismos de parábolas-, sino en los hechos concretísimos de injusticias, desconocimiento en la aplicación de la ley, corrupción que hace parecer a nuestros recintos de Procuración de Justicia, como casas de asignación, de mala nota.

El pensar de los académicos debe tornarse en ejemplo de sereno análisis de la problemática política y jurídica que padece la Representación Social Nacional, ¡basta ya! de las más descaradas prostituciones y corrupciones que padece la procuración de justicia con la que se pretende enraizar la desgracia de México; ¡basta ya! de escandalosas sumisiones a funcionarios carentes de escrúpulos y ética profesional, lo que hace nugatoria la justicia, que como principio toral consagra la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

El actuar de Don Luis Cabrera constituye un valiente documento jurídico político en donde se destaca la incontrovertible verdad de la procuración de justicia que se espera en México, lo que hace nugatoria la justicia que se procuró en el neoliberalismo y se procura en esta Cuarta Transformación -llámese justicia federal o local-, múltiples implicaciones de inocentes con fabricación de demostrativas de responsabilidad, homicidios ocurridos al amparo de la narco-política que no han sido investigados, gravísimos ilícitos cometidos por Ministerios Públicos que no han recibido el manejo estatuido en las leyes aplicables de la materia, que han sido no solamente violadas con reiteración y corrupción, sino propiciando el más descarado biombo a la impunidad, como si los agentes del Ministerio Público fuesen inmunes a las celdas y penitenciarias, ya no expresemos el hecho cierto de que dignísimos y esforzados trabajadores mexicanos víctimas de la barbarie jurídica propiciada por el actuar de esos sinvergüenzas agentes del Ministerio Público que se dicen “representar la ley”.

Abrahán Polo Uscanga en su caso, denunció con denodada hombría de bien la corrupción imperante en el medio de procuración e impartición de justicia, que por ello fue brutalmente asesinado por un representante ejecutor de la narco-política y caso estúpido la procuraduría (ahora fiscalía) quiso darle tintes de “suicidio”.

También aquella procuraduría de marras y sus ministriles de justicia implicaron a gente inocente de grupos políticos antagónicos a su forma de pensar, como lo fue el Frente Francisco Villa y los dirigentes del Sindicato de Ruta 100.

Entre aquella vigorosa denuncia de corrupción, que trajo como consecuencia sangre derramada, de violaciones al Pacto Federal y a la Misión Constitucional del Ministerio Publico pregonada por Don Luis Cabrera. El espíritu de Abraham, al igual que el de Cabrera, hoy se encuentran fortalecidos.

“Vaya para Luis Cabrera y Abrahán Polo Uscanga la más entusiasta felicitación del Foro Independiente de la República por solo pensar en darle dignidad a la forma de actuar del Ministerio Público, ambos mostraron y denotaron su alta calidad de juristas, esas dos togas surgieron con la espontaneidad de la anhelada Justicia que México merece”, exaltó el abogado penalista Alberto Woolrich Ortiz.

Cabe resaltar que Luis Vicente Cabrera Lobato (Zacatlán, Puebla, 17 de julio de 1876-Ciudad de México, 12 de abril de 1954) fue un abogado, político, diplomático y escritor (crítico, ensayista, poeta) mexicano. Para firmar sus ensayos políticos utilizó el seudónimo de Lic. Blas Urrea y para firmar algunas de sus obras literarias utilizó el seudónimo de Lucas Ribera. Su ideología de protección al campesino y sus propuestas fueron la base para el desarrollo de la Ley Agraria promulgada el 6 de enero de 1915 por Venustiano Carranza.

Reportero Free Lance

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