Presentación del libro “Violencia política contra las mujeres por razón de género en la justicia electoral”: Marcela Guerra

Por: Arturo Paz, reportero de Nuevo México Plural/Cámara de Diputados

En su discurso emitido al inicio de la presentación del libro “Violencia política contra las mujeres por razón de género en la justicia electoral”, en el Palacio Legislativo de San Lázaro. La Diputada Marcela Guerra Castillo, Presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Celebro la presentación del libro “Violencia política contra las mujeres por razón de género en la justicia electoral”.

Asimismo dio la bienvenida, y agradeció la presencia del diputado Jorge Romero, presidente de la Jucopo; del magistrado Felipe de la Mata Pizaña, de la ciudadana Roselia Bustillo Marín, de Fernando Ramírez Barrios y, de todas y de todos, los diputados y diputadas que se encuentran presentes.

Agradeció a la vicepresidenta Joanna Felipe Torres por  invitación y, también por su manejo en la mesa.

También a su coordinador Rubén Moreira, coordinador, por su presencia.

Mencionó que, resulta claro que la estructura de dominación política que a través del Estado pretende ordenar el desarrollo del país, cuenta e integra, lamentablemente, con el factor de violencia política de género.

Comprender y, sobre todo, combatir ese fenómeno hasta lograr superarlo es tarea primordial de todas y de todos. Por esa razón festino la obra “Violencia política contra las mujeres por razón de género en la justicia electoral”.

Pero debo reconocer el esfuerzo y los resultados que alcanzaron quienes coordinaron esta realización de este libro, 11 colaboradoras y 11 colaboradores que aportaron sus textos, y a todas y todos quienes así han conformado una gran coautoría debo decirles que contribuyen a construir la perspectiva de género que tanto hace falta en el país concretar, al tiempo que aportan también los criterios a fin de hacer uso de nuestra jurisprudencia para acometer la gran tarea que debemos de realizar para erradicar este fenómeno, este problema permanente de la violencia de género.

Por esas razones los felicito y también los reconozco.

Debo de comenzar diciendo que el hecho de que esta Legislatura LXV de la Cámara de Diputados sea identificada con tres cualidades, relevantes todas ellas, como son la paridad, la inclusión y la diversidad, que refiere un proceso largo de luchas —no es un dicho nada más—, son luchas constantes y permanentes esfuerzos para vencer todas las resistencias en la lucha por construir consensos que permiten abrir una nueva etapa para erradicar la violencia política de género.

Por eso la asociación de esta Legislatura con estas tres cualidades representa un punto de arribo y, al mismo tiempo, un nuevo momento para diseñar el futuro que deseamos construir en este país.

En consecuencia, nos encontramos en un vértice que marca el precedente de una actuación tardía sobre la violencia política de género, si consideramos el parteaguas de 1953, hace 70 años, que se reconociera el voto de la mujer, en un contexto donde otros países ya lo habían hecho desde el siglo XIX.

El movimiento sufragista de las mujeres que buscaron lograr que el texto constitucional del 17 tuviera la manifestación expresa de su derecho a votar, y no tuvo éxito en una primera instancia.

Esa derrota tuvo brutales consecuencias, pues evitó que la innovación de nuestro texto constitucional tuviera una expresión que abriera las fronteras rumbo a la democracia paritaria.

No fue así. Nuestro régimen democrático se encaminó hacia un sendero con claros rasgos autoritarios, desde un presidencialismo que tendió a la exacerbación.

Entonces fue necesario poner en pie una transición democrática que permitiera el traslado de un sistema de partido hegemónico, a otro que fuera plural, competitivo, con alternancia en el poder, como finalmente lo pudimos hacer, lo hicimos posible en condiciones de acuerdo y sin fracturar al sistema político.

Pero a pesar de su éxito en cuanto a las reformas electorales, nuestra transición dejó sin atender dos asuntos de la más alta importancia, y me refiero al régimen de gobierno y al tema de la paridad.

En otras palabras, debo decir que en una concepción plena de nuestro régimen democrático nos conduce, necesariamente, a una visión que abarque los tres ámbitos fundamentales.

El primero tiene que ver con las normas electorales, el segundo se relaciona con el régimen de gobierno, mientras el tercero se refiere a la paridad constitucional.

Uno de los problemas que tenemos consiste en que nuestra transición se enfocó sólo en lo electoral, poco se ocupó del régimen de gobierno y, de plano, se olvidó de la paridad de género.

Conforme a ello, se requiere profundizar el debate sobre nuestro sistema presidencial como eje del régimen de gobierno y, además, de lo relativo a la democracia paritaria.

Nuestra ruta es y debe de ser completar una transición que consolide las reformas electorales, que afirme el carácter de ejercicio democrático de nuestro sistema de gobierno y que construya una democracia paritaria en todo y definitiva.

Si bien hemos avanzado mucho en cuanto a una perspectiva de género en lo electoral y en la justicia electoral también, pero está pendiente completar y complementar esa visión en el horizonte de la democracia paritaria.

En efecto, la democracia paritaria no sólo comprende lo electoral, no es sólo eso, también implica la incorporación de pautas, conductas políticas, de visión de Estado, de formación de una cultura y un impulso a prácticas efectivas a favor de la paridad y en contra de la violencia de género.

Sin duda, las reformas del 2014, las del 2019 y 2020 mucho contribuyen al impulso de la igualdad sustantiva y a lo que se denominó igualdad en todo, pero aún falta un gran techo por cubrir desde la óptica de la democracia paritaria.

La democracia paritaria comprende un enfoque integral del Estado, aun así no lo hemos podido completar, no lo hemos podido cristalizar.

Debemos reconocer los grandes avances logrados, sí claro, pero igual o más importante es identificar las tareas pendientes.

Las diferencias salariales para las mujeres, como bien lo dijo Claudia Goldwin, la Premio Nobel reciente de Economía por su trabajo en el tema de la paridad entre hombres y mujeres, el trabajo igual, la inseguridad, el abuso, la violencia familiar, la práctica que subsiste en algunas comunidades para imponer el matrimonio de jóvenes adolescentes —lo hemos legislado y permanecen, continúan—, la amenaza que viven muchas mujeres en el mercado laboral, los riesgos que enfrentan candidatas a cargos de elección popular, son apenas una muestra de temas relevantes que nos hablan de la necesidad de proyectar una auténtica democracia paritaria que erradique definitivamente la violencia de género.

El trabajo editorial que hoy se nos presenta, y que se centra en la perspectiva de género en la parte de la justicia electoral, tiene una gran valía. Pero también nos recuerda que tenemos una agenda pendiente que hacer y corresponder en los grandes avances atestiguados por esta Legislatura que es la de la paridad, la inclusión y la diversidad.

Debo de insistir que nuestra transición política está inacabada, que la incorporación del tema de la justicia electoral y de la normas electorales con perspectiva de género han sido fundamentales y que  abren nuevas expectativas en la lucha en contra de la violencia política de género, pero que necesitamos ir a un enfoque integral, a un enfoque que nos permita avanzar y que trate de superar el error consistente de no considerar el tema de la paridad como uno de los aspectos esenciales de nuestra transición política a la democracia.

Ese error nos llevó a construir una vía paralela para impulsar la participación política de la mujer en una vía de avances importantes, pero que no tuvieron el enfoque integral que el tema merece. El tema realmente lo merece, y el trabajo por el que estamos en esta Legislatura de paridad lo amerita.

Creo que debemos construir un régimen democrático sólido en el que tengamos una robusta democracia electoral, un régimen democrático de gobierno consolidado y una democracia paritaria que nos integre como una sociedad de libertades, una sociedad justa, una sociedad inclusiva, de la diversidad y, por eso mismo, profundamente una sociedad democrática.

Bienvenidas a todas, bueno, no les doy la bienvenida a las que aquí vivimos, y los que aquí vivimos que somos las diputadas y los diputados, pero sí damos la bienvenida a los magistrados y a todos los del Poder Judicial y algunas de las personas que trabajan también en el INE y en el Inai.