Los Cadáveres en el Ropero / Viajar por el sureste ⅛


Por Estrella de la Rosa
Ya habíamos hecho varios viajes familiares al sureste de México: Tabasco, Campeche, Chiapas, Yucatán, Quintana Roo y Veracruz, siempre interesantes y en cada una de esas visitas encontrar cosas nuevas y maravillosas.

Me permitirán contarles el último de estos viajes con cierto detalle, no mucho por el espacio.

Nos urgía irnos y por fin nos entregaron la camioneta nuevecita de paquete en la concesionaria X por la tarde del jueves y por la mañana del viernes, tomamos carretera directos por un café y un panecillo a la Italian Coffee Company próxima, fue un poco antes de llegar a Pueblita preciosa, ahí nuestra preferida es la malteada de fresa, se las recomiendo.

Me voy a extender a varias columnas la narración de este memorable viaje por carretera, les prometo no aburrirlos, más invitarlos a que vayan y conozcan lugares por demás hermosos.

Desafortunadamente no nos conformamos para hacer viajes tipo VTP, porque como que nada más te encierran en un hotel y te dedicas sólo a comer y a beber, que es relajante y adecuado para el caso de tener poco tiempo y olvidarte de la oficina y sus Godínez hermanos respectivos, incluye al insoportable jefe que todos padecemos, lo malo es que, para cualquier actividad extra, al lugar que vayas te sacan los ojos o te encuentras con acompañantes insufribles.

La idea inmediata era echar pejelagarto en la ciudad de Villahermosa, siempre muy calurosa y agotante, pero interesante.

Llegamos a Nacajuca en donde hallarán, sobre la carretera un sinfín de lugares donde venden ese delicioso pez mitad lagarto, de ahí su nombre.

Lo asan al carbón, de los precios ni se preocupen, acompáñenlo de unas tortillas con ajo y sus respectivas ensaladas, ah qué barbaridad cuando se comparte con la familia, meterle el tenedor, cuando previamente abren esa piel de lagarto y aparece esa carne blanca, vaporosa y deliciosa, la acompañas con tortillas llenas de ajos fileteados.

“Si de verdad me quisieras, comerías ajo con gusto” dice el dicho, que ahí si le demostrarás al tóxico, tu amor. ¡Ay, ajá ¡. Cómo explicarte que llevarás ese olor a ajo por los siguientes tres días a cualquier lugar que vayas.

Comimos ese delicioso platillo tabasqueño y descansamos, pero el horno villahermosino pudo más y salimos de ahí disparados hacia Palenque, como a unas cuatro horas más de camino que son muy bonitos, más los de cuota, pos sí.

Decidimos llegar a Villahermosa desviándonos por La Tinaja, es de cuota tal camino, muy cuidado y rápido, cada caseta es como una puñalada, pero también queríamos pasar a tomar jugo de piña bien frío, a la altura de Tlacotalpan.

De Villahermosa llegamos a Palenque Pueblo Mágico, lugar siempre hospitalario y como todo buen turista naco, dicen las lenguas envidiosas, pues a tomarnos fotos donde aparecen esas letrotas pintadas de colores.

Después de tomarnos unas fotos pa´l feis, nos dirigimos a un lugar de cabañas que hemos visitado desde hace casi 30 años, “El Panchán”, que se encuentra puerta con puerta para entrar a la Zona Arqueológica de Palenque.

Hace muchos años, todas las tardes pasaba por el campamento una peregrinación de sapos gigantes, nadie los molestaba, era increíble verlos pasar por entre nuestras casas de campaña. Ya no.

En esta ocasión alquilamos unos cuartos con baño privado, nos dirigíamos hacia el restaurant y hallamos una caseta donde la señora que atendía nos ofreció un paquete para visitar Bonampak, Yaxchilán y una noche en un campamento cerca de Punta Corozal, paseo ecoturístico todo incluido, nos pareció buena idea, después de hacer team back lo contratamos, lo único feíto es que tendríamos que salir a las cinco de la mañana.

Nos fuimos a disfrutar del restaurant, unas pizzas deliciosas y buen ambiente, luego a dormir con la panza llena y a disfrutar de la alegadera que se traen los monos aulladores toda la noche, peleando con otra familia de estos monos, fue cosa de no extrañar a mis vecinos, que entre más profunda es la noche se oyen sus gritos guturales con mayor volumen.

Una lluvia previa a dormirnos que nos salpicaba la cara, pues esas habitaciones no tienen cristales, sólo unos mosquiteros ya que esos animalitos son asesinos seriales y el calor propio del inframundo maya. La próxima les platico de la ciudad perdida que visitamos en la selva Lacandona.Y no olviden Beban mucha agua.