Los cadáveres en el ropero / El Desafío

Estrella de la Rosa

Durante esta semana la conversación ha girado sobre dos temas, la calor, dicen en el norte, que impuso récord de 33.6 grados aquí en CDMX, lo que nunca, y yo emocionada, pa´qué sufro, si la temperatura pasa de 100 grados consideremos que estamos hirviendo junto al pollo y las verduras o fuimos víctima de un pozolero despistado.

Pero a lo que me referiré es a lo que le sucedió a ese aparato de inmersión de Ocean Gate en el que pretendían pasear a casi 4 km. de profundidad en el mar para ver los restos del insumergible Titanic que se hundió el 15 de abril de 1912. Las noticias nos tuvieron en vilo durante toda la semana.

Todos deseábamos conocer qué es lo que le sucedió a la nave, algunos optimistas decían que los hallarían y rescatarían, lo que es la inocencia. Poco a poco la verdad se develó, nadie podía rescatarlos.

El martes autoridades marinas explicaron que hallaron restos del submarino. Hoy nos explican que fue una implosión y que no aparecerán los restos de los tripulantes, técnicamente ya desaparecidos. Todo el mundo queda triste por lo ocurrido. La gente lamenta lo que les sucedió a esos valientes hombres. Lamento lo que les sucedió. Lo lamento profundamente.

Pero estos soñadores son los que han hecho este mundo, muchos de ellos, como esos, perecieron en el intento de hacer realidad sus sueños. Me parece que eso es lo que debemos admirar. Alguien me preguntó si pagaría por morir de esa manera. Pues no, pero por ver al Titanic y meterse al bote pateado y sentir toda esa emoción, claro que si, con todo y el pánico que ello conlleve. ¿No les explicaron cómo morirían en el caso de algún accidente? Of course my dear.

Ellos sabían qué ocurriría y aún así se metieron. La curiosidad mató al gato. Claro que el riesgo existe en cualquier cosa que hagamos, es más probable, estadísticamente hablando, morir en la bañera de casa, que en un vuelo de avión comercial. Pero eso son los sueños y los sueños, sueños son dijo Don Pedro Calderón de la Barca, para adueñarnos de nuestro destino, seamos los que decidamos. ¿El hombre se arredrará por lo que les ocurrió a los exploradores?, claro que no, nunca.

Por ello llegamos a la Luna, por ello pretendemos llegar a Marte, como el burro que llegó a Marte, por ello murió Laika, por ello murieron muchos astronautas por llegar a nuestro a nuestro satélite, por ello hoy volamos plácidamente en un helicóptero, un avión, un parapente, por ello saltamos en un paracaídas, preguntémosle por qué a Christa Mcauliff o a Amelia  Earhart. Soñamos.

Después de todo la valentía de estos locos exploradores y su muerte, para mi simbolizan no sólo un acto de valentía, sino de confianza en sí mismos y en la humanidad. Los del Ocean Gate murieron en menos tiempo que un parpadeo, tal vez ni siquiera saben que murieron, y en la búsqueda de nuestros sueños, dejamos la vida, todos esos loquillos que salen en moto a defender su vida y la de su familia, los que salimos a diario, los que limpian un alto ventanal de un edificio o de un carro, atravesar una calle, le mentamos la madre a un loco, sin querer nos atravesamos en la mira de un desaseado mental, lo hacemos por perseguir un sueño, sin pensar en que mañana estemos en calidad de café soluble. Eso no importa, seamos felices, lo único que les envidio es que esos loquillos exploradores del Ocean Gate, descansan en donde eligieron morir, a 4 mil metros de profundidad y a 500 m. del Titanic. ¡Le rompieron la madre al destino ¡ No creo que haya más hermosa tumba que el Océano Atlántico. Salud por todos los soñadores, brindemos con agua, bebamos agua.