La violencia como factor político

inseguridad

Por Octavio Campos Ortiz

México es, sin duda, un país violento. Por décadas hemos visto como algo cotidiano y hasta natural la nota roja de los periódicos, incluso se han editado diarios especializados en el tema como Alarma y Alerta, en su momento La Prensa, hay revistas y otras publicaciones periódicas, los noticiarios de radio y televisión tienen segmentos exclusivos para la información policiaca. Los hechos de sangre son algo natural en nuestra vida diaria, tema de conversación y parte de nuestro lenguaje.

De crímenes famosos se han escrito libros, novelas y ensayos, el género de la novela negra es de los más socorridos en los tiempos presentes y aunque no tenemos plumas como los nórdicos, no desmerecen los relatos de autores mexicanos. Los episodios de sangre por motivos políticos ligados al narcotráfico son muy conocidos y hasta en la música se ha creado toda una cultura popular en torno a la violencia, donde se idealiza y  se hacen aspiracionales los personajes más deleznables de nuestra sociedad, que han manchado al país entero y segado los sueños de millones de jóvenes que han caído en las adicciones.

Por eso la violencia debe ser un tema que preocupe y ocupe a la sociedad civil, la cual no debe caer en la apología del delito, sobre todo por lo preocupantes que son los datos duros. El narcotráfico, junto con la venta ilegal de armas y la trata de personas son los negocios ilícitos más productivos en el mundo y dejan una estela de muerte impresionante.

Los cárteles, apoyados en sus ejércitos de sicarios, a los cuales dotan de armas largas y cortas introducidas ilegalmente, han generado una violencia desmedida y los últimos años han sido los más violentos. Pero ahora no solo se trata de ajuste de cuentas entre ellos, vendetas mafiosas o masacres de gente inocente. Ahora, el narco incursiona en la política y propone gente y desaparece a candidatos o a autoridades estales, municipales, jueces, periodistas o policías. Vivimos los tiempos de la Colombia de Pablo Escobar Gaviria. Cerca de un centenar de servidores públicos y políticos han sido asesinados por el crimen organizado en los últimos seis meses. La violencia política se asienta en nuestro país.

Ante este panorama, el gobierno poco ha hecho para contener esta ola delictiva. Su estrategia de no confrontar a los grupos criminales le ha salido caro a la sociedad. La pandemia ha provocado cerca de doscientos mil muertos en un año, pero suman muchos miles más los decesos de mexicanos que han sucumbido a las balas de los mañosos. Con la agravante de que ahora también la gente ligada a la actividad política es víctima del crimen organizado.

Eso preocupa porque el móvil político afecta al Estado de Derecho y vulnera las estructuras de gobierno y de poder formal. No podemos darnos el lujo de ceder ante las mafias que quieren imponer a candidatos a modo para realizar libremente sus actividades; es un riesgo que no debemos correr, la línea entre un estado fallido o un narcoestado es muy tenue. L a sociedad, con su voto, tiene la palabra.

Apostilla: A propósito de riesgos en la democracia, no es buen augurio la nominación de los candidatos a alcaldes en la CDMX. Contrario a lo que presume Morena de que ya no hay dedazos, la verdad es que sigue siendo pan con lo mismo. Nadie cree en sus famosas encuestas “donde el pueblo es el que decide”. Son los grupos políticos dentro del partido los que se reparten, como botín, las posiciones. Así sucedió en Álvaro Obregón, donde René Bejarano -esposo de Dolores Padierna, curiosamente la candidata morena para Cuauhtémoc-, impuso al exdelegado y diputado local Eduardo Santillán, dejando en el camino a la aspirante de la Jefa de Gobierno y otros personajes con más merecimientos. Llama la atención esa fuerza del “señor de las ligas”, al que exoneraron rápidamente las autoridades fiscalizadoras, luego de que se le relacionó con la mafia rumana, caso en el que el gobierno se comprometió a no permitir la impunidad, cayera quien cayera.