La Quimera / Para el relevo Presidencial no serán tersos los    comicios más grandes de la historia del país

Política Electoral

Alejandro Sánchez Estrada

Cualquiera que sea la idea que tengamos de democracia, los sistemas políticos que reciben ese nombre, en la actualidad, según diversos estudios en materia electoral, son poliarquías que se caracterizan por cinco instituciones fundamentales: 

Cargos públicos elegidos por los ciudadanos; elecciones libres, imparciales y frecuentes; libertad de expresión; acceso de los ciudadanos a fuentes alternativas de información; asociaciones autónomas y relativamente independientes del poder gubernamental; todo ello supone una ciudadanía inclusiva. 

Ahora bien, los procesos electorales, son una peculiaridad básica de las democracias modernas, aun cuando también podemos encontrar elecciones en sistemas totalitarios, las cuales en sentido estricto no son precisamente elecciones, debido a que no se elige, sino que sólo se aprueba a candidatos predeterminados en postulaciones restringidas.

Para Norberto Bobbio, filósofo y politólogo italiano, persiste la idea de la regla de mayoría como la regla fundamental del proceso democrático. Esto implica un modelo de democracia, el modelo mayoritario, que si bien es el más practicado en la mayoría de los países, no es quizá el más democrático.

Esto, si pensamos en la idea de democratizar la democracia, o sea, descentralizar y distribuir el poder con sus consecuentes transformaciones en las instituciones y en los comportamientos asociados. Similar a lo que pretende llevar a cabo el llamado gobierno de la 4T, que encabeza el inquilino de Palacio Nacional.

Con base a ese breve preámbulo, diversos analistas electorales y políticos han advertido que para la selección del relevo del mandatario de las mañaneras, no será un proceso terso, a pesar de que las dos dirigencias de las alianzas, aseguran tener a sus mejores cartas.

 Es decir, las dos contendientes (Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez), hasta el momento, de la alianza oficialista y del bloque opositor que buscan quedarse con la posición más relevante en la política nacional, la Presidencia de la República, no tendrán un día de campo, en los comicios más grandes del país, en la que se estimas que más de 95 millones de mexicanas y mexicanos acudirán a las urnas, el 2 de junio de 2024, para elegir a la que podría ser la primera presidenta de México.

Aquí valdría la pena considerar que el triunfo del 2018, del ahora inquilino de Palacio Nacional, representó la versión mexicana de la revuelta populista o totalitaria contra las elites y contra ideologías que, como la meritocracia y el neoliberalismo, han naturalizado la desigualdad.

A decir de diversos politólogos, el gobierno de la llamada 4T coincidió con el giro internacional hacia la democracia iliberal; que en países como Hungría y Polonia, este giro también ha sido percibido como una respuesta a los descontentos democráticos y los malestares provocados por el neoliberalismo y la globalización. 

Pero, al contrario de lo que ha ocurrido en esos regímenes antiliberales, México no ha experimentado una redefinición étnica, cultural o religiosa del pueblo. En nuestro país, el descontento provocado por las políticas neoliberales no ha producido un populismo de derecha, sino obradorista.

Así lo muestra la populista y autoritaria propuesta de reforma electoral, del inquilino de Palacio Nacional, que está pensada, ante todo, con miras a asegurar la victoria de Morena en la elección presidencial de 2024, a pesar de que el partido oficial aparezca como el favorito en todas las encuestas.

Aunque, a escasos diez meses de que finalice el periodo presidencial obradorista, no son pocos los sectores de la población mexicana, para quienes el momento de esperanza que su triunfo representó en 2018, se ha desvanecido para ser sustituido por una nueva fase de decepción. 

Las constantes contradicciones del mandatario de las mañaneras, como figura pública y los efectos fútiles o perversos de algunas de sus políticas, han creado este nuevo capítulo de desencanto. 

Un componente central de esta decepción, sin duda, ha sido la relación equívoca del inquilino de Palacio Nacional con los valores y procedimientos de la democracia constitucional representativa.

La pregunta que persiste, ahora, en la política mexicana, amiga o amigo lector, es si de este desencanto puede surgir una nueva esperanza democrática; pues están en proceso las elecciones de junio 2024, que serán las más grandes de la historia de México.

Y que de acuerdo con el controvertido y polémico Instituto Nacional Electoral (INE) se contará con un padrón electoral de cerca de 98 millones de posibles votantes, lo que representa entre 8 y 9 millones de personas más que en las elecciones de 2018.

Hay que recordar que para los comicios de junio 2024, se elegirán más de 20 mil cargos públicos. Entre ellos, se renovará la Presidencia de la República, así como el Congreso de la Unión: 128 senadores y 500 diputados.

Asimismo, se elegirá a nueve gobernadores: Ciudad de México, Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán; y en los 32 estados de la república se renovarán legislaturas locales y ayuntamientos, entre otros cargos; además, en la Ciudad de México, se elegirá a los nuevos titulares de las 16 alcaldías…Como siempre le digo, amiga o amigo lector, su opinión es la que cuenta.

En el tintero: Y como es la constante del actual y sumiso Poder Legislativo, con  buenos deseos que sólo se quedan en el papel, la bancada del maltrecho PRI en el Senado adelantaría, como regalo de Año Nuevo,  que presentará diversas reformas a la Ley de Migración, dizque para fortalecer el funcionamiento de las estaciones migratorias de todo el país…Y es que con esa intensión de buenos deseos, senadoras y senadores priistas pretenden garantizar el respeto a los derechos humanos de las y los migrantes como obligación moral y legal de México tal y como lo ha suscrito en diversos tratados internacionales…La iniciativa que pretende reformar los artículos 106 y 107 de la Ley de Migración, supuestamente está encaminada a garantizar la seguridad de las y los miles de migrantes; además, dizque evitará que sean víctimas de la delincuencia y la explotación a lo largo de su travesía por nuestro país, así como del maltrato de autoridades en las estaciones del Instituto Nacional de Migración, que encabeza el invisible, cuestionado e inoperante Francisco Garduño…Hasta la próxima entrega.