La izquierda tampoco es la solución

Octavio Campos Ortiz

Los dirigentes de algunos países latinoamericanos festinan que gobiernos de izquierda o populistas gobiernan al 80 por ciento de la población, desde México hasta La Patagonia, y anuncian el fin del mal llamado neoliberalismo. Los pobres al poder. Sin embargo, los acontecimientos de los últimos días mueven a la preocupación de políticos y analistas.

Arriban a la presidencia de Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Perú, entre otras naciones del Continente, candidatos socialistas y derrotaron a centristas y derechistas. Desde las campañas se vaticinaba la expulsión de los neoliberales y se proclamaba el largo reinado de los pobres. Los triunfos eran inminentes y aparentemente muy holgados.

Sin embargo, la segunda vuelta en Brasil encendió los focos rojos entre los optimistas; el discurso divisionista se vio reflejado en las urnas. Lula -acusado en el pasado por corrupción-, ganaba apenas por poco más de un punto. No arrasó y las dudas por la llegada de un gobierno socialista -que la mitad de la población no quiere-, provocaron una crisis política y de gobernabilidad. Muchos cariocas se oponían al ascenso del ex presidente y pedían a gritos un golpe de Estado para evitar que Lula llegue a presidente.

Otra crisis que han provocado los gobiernos aparentemente socialistas, es la de Nicaragua, donde se ha perpetuado en el poder el creador del movimiento sandinista, que se reelige una y otra vez, mediante el encarcelamiento de opositores y periodistas. De aquel Daniel Ortega que vino a México para asesorarse en Gobernación -Rodolfo González Guevara y Juventino Castro y Castro lo guiaron en la formación del nuevo marco legal y las relaciones con los poderes, luego de acabar con la dictadura de los Somoza-, sobre gobernabilidad y constitucionalismo, no queda nada.

En Perú, luego de una prolongada inestabilidad política -cinco presidentes que no han concluido sus periodos, acusados de corrupción, suicidados o prófugos-, llegaba con vientos de libertad un maestro rural, Pedro Castillo, quien proponía un nuevo orden político, judicial y económico para salvar a los incas. Al poco tiempo de iniciada su gestión y frente a un panorama nada prometedor en el terreno de las finanzas -el mandatario mexicano envío personalmente al secretario de Hacienda para que “coachora” a la nueva administración-, se derrumbó. A la crisis económica se sumó la política y rápidos casos de corrupción. El poder legislativo peruano buscó destituir en varias ocasiones al Ejecutivo, sin suerte, hasta que el propio presidente depuesto anunció la desintegración del Congreso y el establecimiento de un Estado de excepción. Sin el apoyo real de las fuerzas armadas, fue destituido por los propios congresistas, además de encarcelarlo y asumió el poder una mujer, quien anunció, como primera medida, la investigación de las corruptelas en la esfera pública. A diferencia de Evo Morales -otro caso de presidente defenestrado-, México no pudo brindar rápido asilo al peruano, quien permanece detenido.

Las tragedias de los izquierdistas, socialistas o populistas no pararon ahí. La otrora poderosa Cristina Kissner, émula de Evita Perón y actual vicepresidenta de Argentina, fue procesada por corrupción y sentenciada a seis años de prisión e inhabilitada de por vida para ejercer cargos públicos -se pretende lanzar como presidenta el año entrante-. La salva el fuero que tiene como segunda de abordo y apelará la condena en la Corte. Millones de dólares es el quebranto que provocó en sus dos periodos presidenciales, de los cuales se benefició.

Venezuela es otro caso emblemático de dictadura disfrazada de gobierno populista. Millones de venezolanos han huido de su país por la crisis política y económica que enfrentan en la tierra bolivariana. Unos salen por razones políticas y otros tras el sueño americano, lo que ha provocado problemas a México, donde permanecen de manera ilegal en espera de cruzar el Río Bravo.

En poco tiempo se ha descompuesto el panorama socialista de América Latina, y a su inexperiencia política, se suma la corrupción endémica de la zona. La izquierda tampoco fue la solución.