El Ágora

Octavio Campos Ortiz

No hay bienestar sin seguridad

El gobierno oculta la falta de crecimiento económico y desarrollo social con algunas variables de bienestar que todavía no se traducen en una mejora en el nivel de vida de los mexicanos.

Ante las críticas de los organismos internacionales por el estancamiento económico del país y el retroceso en los estándares de crecimiento de los mexicanos, la 4T optó por utilizar variables de bienestar como se hace en los países nórdicos que cuentan con un Estado benefactor que garantiza niveles de bienestar muy altos a su población que incluyen servicios de salud de excelencia, pensiones muy altas y hasta intervienen en los rangos de felicidad de sus gobernados. Una utopía para las pretensiones mexicanas.

Hemos dejado de ser la décima quinta economía del mundo -en algún momento fuimos la quinta-, la OCDE nos tiene reprobados en temas como educación y las calificadoras internacionales nos reprueban en cuanto a expectativas de crecimiento. Tal vez por eso el régimen busca convencer a los gobernados de que es mejor parecer un Estado benefactor o de bienestar, aunque el INSABI no haya cumplido con los objetivos del sistema de salud nórdico.

Pero desarrollo social o Estado de bienestar, requieren no solo de crecimiento económico, empleos bien remunerados, sistema de salud de excelencia y buenas pensiones, también necesita de un sistema de seguridad y justicia que garanticen la paz pública y protejan la vida y patrimonio de la población. El Estado de Derecho se finca en una sociedad donde se respete la legalidad, se dé certeza jurídica y garantice la tranquilidad para una convivencia pacífica.

Si hablamos de los países nórdicos, su incidencia delictiva es muy baja – no es cero, porque el delito es consustancial al ser humano-, así como sus niveles de impunidad. Los modernos vikingos pueden trabajar, hacer negocios, asistir a la escuela, divertirse y transitar por las calles con gran tranquilidad por su esquema de seguridad pública, donde la presencia de la autoridad es notoria, pero no por el número de policías, sino por el esquema de prevención y los servicios de inteligencia que practica.

Como verdad de Perogrullo, una ciudad más limpia no es la que tiene más camiones recolectores, sino la que tira menos basura; lo mismo sucede con la seguridad, un país más seguro no es el que tiene más patrullas, sino donde se cometen menos delitos. En Singapur, no se ven los policías, pero cuando algo sucede se hacen presentes de inmediato. La prevención y la inteligencia son la base de ese sistema.

En México no podemos decir lo mismo, sobre todo cuando el crimen organizado trastoca la gobernabilidad. Para las autoridades americanas, el gobierno mexicano ha perdido el control en el 35 por ciento del territorio nacional. Las escenas donde los grupos delictivos o las mal llamadas policías comunitarias corretean, insultan o desarman a miembros de las fuerzas armadas son cada vez más recurrentes en los medios y las redes sociales. El otrora glorioso Ejército Mexicano no representa ningún signo de autoridad. ¿Qué estabilidad económica pueden tener cientos de comunidades donde sus habitantes han sido desplazados por las agresiones de gente armada que secuestra, asesina a los pobladores e incendian sus casas? No puede haber bienestar en pueblos fantasma.

El gobernador de Michoacán de plano aventó la toalla y se niega a combatir a los grupos delictivos bajo el argumento de que prefiere atacar la pobreza, ¿cómo se puede satisfacer la necesidad de empleo, educación, vivienda, alimentación, si no se garantiza la seguridad de los productores agrícolas que exportan sus productos o no se asegura el regreso de las familias desplazadas a sus comunidades?

 El desarrollo social o los parámetros de bienestar no se pueden lograr si no hay una eficiente estrategia de seguridad.