El abuso de las drogas es un problema que repercute de manera diferente en la vida y la salud de las mujeres

Por: Victor Sánchez

Mirar las adicciones desde una perspectiva de género, nos lleva a revisar que mujeres y hombres viven en un contexto sociocultural que influye en los roles de género y van conformando su forma de estar y vivir en el mundo. A través de la socialización de género y de los mensajes recibidos en familia, del ambiente de trabajo, del entorno educativo, de los medios de comunicación, entre otros, se atribuye a cada sexo significados distintos de lo que supone el ideal del ser mujer y el ideal del ser hombre. Esto se ha transformado en prácticas, normas y valores asimétricos que marcan desigualdades en cuanto a la situación y posición de las mujeres.

Marcar una adicción en las mujeres, es un factor condicionante de un patrón de comportamiento que llevará a las mujeres a consumir alguna droga. El abuso de las drogas es un problema que repercute de manera diferente en la vida y la salud de las mujeres, aunque esos daños no son ajenos también para los hombres. En las vidas de las mujeres han cambiado muchas cosas. No sólo en el ámbito laboral, sino también los valores sociales dominantes de nuestra sociedad y las nuevas formas de ocio y tiempo libre, pero este cambio también ha conllevado algunos aspectos no tan positivos: las mujeres consumimos sustancias que antes parecían reservadas a los hombres.

Una gran parte de las mujeres han sido educadas para dedicarse a otras personas, relegando sus propias necesidades. Parte de su tiempo y de su energía lo emplean en sus familias, se sientan bien pero a menudo, les provoca una sensación de vacío, de debilidad y de confusión que las puede hacer vivir una situación de vulnerabilidad. Se dice que los roles de género en la mayoría de los hombres apenas han variado con el paso del tiempo, a pesar de la presencia de las mujeres en el mercado de trabajo. Debido a que ha llevado aparejado una ausencia de corresponsabilidad en las actividades domésticas, por lo que las mujeres llegan hacer dobles o triples jornadas laborales.

Por tal situación, la asunción de los trabajos productivo, reproductivo, doméstico y de cuidados les suponen una sobrecarga de funciones que tiene efectos perjudiciales en su salud. Aun así las mujeres han ido incorporando en sus vidas actividades que antes les estaban vetadas. Para ingresar al mundo masculino público y valorizado económicamente, algunas mujeres, en la esfera profesional, han asumido comportamientos asociados al modelo masculino hegemónico, normalizando el consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias para poder estar en las mismas condiciones para no perder oportunidades de negociación en la esfera pública

Sin embargo, hasta hoy en el género femenino la presión social es más fuerte que sobre los hombres en cuanto a las expectativas sociales y mandatos de género. Para ellas, el consumo de sustancias está más penalizado y sancionado socialmente. En este sentido, a las mujeres se les puede llegar a estigmatizar por no cumplir con un modelo ideal de mujer. Salir de la feminidad tradicional, lleva consigo un menor grado de apoyo familiar o social.

Muchas veces se escuchan expresiones como: Qué mala madre, que está gozando todo el día, mientras sus hijos quedan al libre albedrío; esto no hace más que incrementar los sentimientos de culpa y vergüenza. Éste mayor rechazo y penalización social, lleva por ejemplo a las mujeres ante el consumo de alcohol a explicar por qué beben más en solitario, mientras que el género masculino lo hacen acompañados y realizan un consumo más social.

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