Educación, empleo, pobreza y crimen organizado

Octavio Campos Ortiz

Una de las ofertas de campaña que prometió la 4T es que, al día siguiente de la toma de posesión del mandatario, esto es para el 2 de diciembre de 2018, los narcotraficantes y sicarios depondrían las armas y e iban a usar el tractor para sembrar semillas lícitas y no marihuana o amapola. El nuevo régimen, en el análisis del combate al crimen organizado optó por la estrategia de erradicar el origen de la pobreza, el desempleo y la falta de educación como fórmula para evitar el reclutamiento de jóvenes y campesinos, migrantes y hasta de niños como sicarios, halcones o “mulas” en el transporte de la droga. Asignatura pendiente que dejará este gobierno. 

Es evidente que la política de “abrazos y no balazos” y los programas asistenciales como “sembrando vida” y “jóvenes construyendo el futuro”, no posibilitaron la erradicación de la pobreza, ni incorporaban a los jóvenes al empleo formal y tampoco les proporcionaban recursos para salir de la miseria ni les daba la oportunidad de tener educación de calidad para ser mejores y más competitivos profesionistas. Los programas sociales se implementaron para otorgar dádivas y subsidios a la gente de escasos recursos para poder subsistir; nunca se pensó en sacarlos de la pobreza, por el contrario, se diseñó un modelo económico que incrementó el número de nuevos pobres -más de cuatro millones de mexicanos que, aún con empleo formal, no tienen recursos para adquirir dos canastas básicas al mes. 

Los programas sociales se usan con fines electoreros; es decir, la 4T da paliativos a la pobreza a cambio de su voto, por eso atienden a los viejitos y a los ninis, pero esas dádivas que graciosamente otorga el gobierno solo encantan a jóvenes mediocres que se reconocer pobres como destino manifiesto.

El incumplimiento de la promesa de campaña, que ahora sabemos no tenía la intención de atender, ha permitido que vivamos la época más violenta en la historia del país, con más de 150 mil homicidios dolosos en menos de cinco años, donde el crimen organizado ha desplazado a las autoridades formales y se han empoderado en más de la tercera parte del país, donde ya se perdió la gobernabilidad. Obvio hay que decir que las masacres -negadas por el gobierno-, se incrementan producto de un ejército de sicarios -niños y jóvenes-, que dista mucho de menguar y que no dejan las armas por un tractor.

Un estudio realizado por investigadores de Estados Unidos, México y Polonia (InSight Crime) establece que los reclutadores de la delincuencia organizada convencen a sus potenciales miembros con promesas de pertenencia social; es decir, los jóvenes no quieren vivir con tres mil pesos al mes, cuando los criminales les ofrecen un mundo lleno de dinero, joyas, autos de lujo, mujeres, buenos vinos y casas bonitas. El estudio comprende casi ochenta entrevistas de profundidad entre vigías, traficantes, sicarios y jefes. 

Los sicarios, para los narcotraficantes, revisten un papel fundamental para sus actividades, sobre todo desde que se inició la lucha contra ellos en el 2006; esa acción beligerante causó muchas bajas entre los sicarios, por lo que el trabajo de los reclutadores se incrementó. En México, entrevistaron a gente de Tepito, quienes reconocieron que el ingreso a un grupo delictivo es un paso lógico a la luz de una extensa exposición a la criminalidad en su entorno social y crianza, “los reclutas” están “preparados mentalmente” para pertenecer a un grupo, motivados por deseos personales de riqueza, poder y estatus.

Así que mientras el gobierno, que ha ideologizado la educación, trunque las legítimas aspiraciones de los estudiantes y profesionistas que quieren ascender en la escala social, mientras no se quiera erradicar la pobreza ni se puedan crear empleos bien remunerados y se simule el combate al crimen organizado, esta será una asignatura pendiente.