A años luz de Dinamarca

Octavio Campos Ortiz

Otra asignatura pendiente que dejará este gobierno, además de la inseguridad y la falta de crecimiento, será el desamparo en que deja a millones de mexicanos por falta de servicios de salud, ya no equiparables con los daneses, sino siquiera suficientes, oportunos, eficientes y con abasto de medicamentos.

Si algo caracteriza a esta administración es su obcecada ansiedad por cumplir a rajatabla el proyecto político de la 4T, que no es otra cosa que administrar la pobreza -no erradicarla-, mediante el uso clientelar de los programas asistencialistas. Entre más pobres haya, más carne de cañón manipulable para mantener un sistema populista que proclama el destino manifiesto de que la miseria es una virtud, el mejor estado de vida.

La obnubilación de las masas es alimentada por una narrativa que alienta la polarización de la población y confronta a las clases sociales para mantener un esquema maniqueo de convivencia, donde los ricos y los clasemedieros son malos per se y no se debe imitarlos, sino combatirlos. Para ello es necesario masificar la educación, donde no es conveniente la excelencia ni los conocimientos; una sociedad ignorante es perfecta para cumplir con los mandatos de la 4T.

Cómo no se va a fomentar la educación de calidad, se requiere de vulnerar a las universidades públicas para evitar que egresen profesionistas competitivos, solo obreros calificados sin más aspiraciones; si hay jóvenes sin deseos de estudiar, mejor: los “ninis” deben conformarse y sobrevivir con sus “becas”. Pero el gobierno requiere de billones de pesos para subsidiar la pobreza y derramar dádivas entre mozalbetes, viejitos y madres solteras. Para ello primero exprimió a los empresarios agachones, luego se fue sobre los presupuestos de las instituciones públicas de educación superior, quitó apoyos a la investigación científica y tecnológica, pretende aniquilar presupuestalmente al Poder Judicial y empobreció a los burócratas. 

La cereza del pastel fue la desaparición del Seguro Popular para dejar sin servicios médicos ni medicinas a 35 millones de mexicanos que no cuentan con esquemas de seguridad social; inventó perversamente una red de corrupción en la industria farmacéutica para provocar el desabasto de medicamentos y dejar sin tratamiento a niños con cáncer, cuyos fallecimientos los ven solo como “daños colaterales”.

La soberbia e ignorancia para atender la pandemia cobró la vida de 800 mil mexicanos y ahora el provocador de esa tragedia se presta a ser comparsa en el juego sucesorio para el Gobierno de la CDMX. La propia corcholata que participará en la elección presidencial, con gran cinismo, en un promocional, exige que se reconozca que su administración atendió las necesidades de camas para los enfermos y que ningún capitalino se quedó sin vacuna, cuando las escenas cotidianas eran la insuficiente atención de pacientes amontonados en pasillos y sentados en sillas, sin suficiente medicamento y solo ayudados a bien morir o regresados a sus casas para ahí expirar. Ya no recuerda la ex jefa de Gobierno los amotinamientos que había en los centros de vacunación y los enfrentamientos con el personal cuando anunciaban que ya no había dosis, que regresaran después. Flaca memoria de los funcionarios de la 4T, y el pusilánime ex subsecretario de salud que dice no importarle los muertos en la pandemia porque ellos ya no votan.

El sistema de salud pública en México está en crisis desde hace años, los gobiernos contemporáneos, incluido este, son los que menos invierten en salud, solo el tres por ciento, mientras que otros países de la OCDE destinan el ocho por ciento. Tal vez porque el mandatario se atiende en hospitales privados o con excelentes médicos en nosocomios militares no conoce de las penalidades que sufren los derechohabientes del sector salud, donde programan citas o estudios para el año entrante, cuando ya muchos pacientes han fallecido o recuren a la medicina privada; los quirófanos están rebasados y todavía los familiares deben llevar instrumentos o material de cirugía para sus enfermos. No hay medicamentos en las farmacias, aunque el inquilino de Palacio Nacional haya anunciado su inexistente farmaciota.

Su obcecada obsesión por regresar al populismo setentero y la economía de Estado, aunque el gobierno haya demostrado ser un pésimo patrón o administrador y con tal de no favorecer a los hospitales privados subrogados, anunció la compra de tres nosocomios a los Vázquez Raña, quienes no son madres de la caridad y seguramente venderán cascarones de hospitales o equipo limitado a precio de ganga, sabedores que se requieren insumos que el gobierno no abastecerá.

Dice que atenderá, en menos de un año, a 53 millones de compatriotas a través de una entelequia llamada IMSS Bienestar, cuando el Seguro Social no puede dar atención de calidad y completa a sus derechohabientes. Cada vez será peor la crisis del sector salud en detrimento de los mexicanos. Estamos a años luz de arañar el sueño danés.